El libro relata tres viajes realizados por el escritor entre 1947 y 1949 a travéz de los Estados Unidos.
En el primero, viaja haciendo dedo desde New York hasta Denver, donde se queda unas semanas, para luego moverse a Los Angeles y California, donde se emplea como oficial de seguridad.
En este viaje afianza su amistad don Dean Moriarty, compañero de su segundo viaje.
En el segundo viaje, Sal (nombre del protagonista) y Dean recorren nuevamente Estados Unidos de este a oeste en un cadillac. En el tercer viaje, los dos amigos junto a un tercer acompañante, Sam, viajan desde NewYork hasta Texas y desde ahí van al sur, hasta Nuevo Laredo, donde cruzan la frontera y continúan el viaje hasta la Ciudad de México.
Personalmente creo que el libro tiene altibajos. Por un lado la descripción de los paisajes y los personajes lo hacen entretenido. Es firme la filosofía de estos viajeros: ver todo, conocer a todos, asombrarse por todo. La risa de un hombre en una cafetería o las historias de un vagabundo resultan tesoros encontrados que se veneran exageradamente.
Por otra parte, la novela pasa por alto toda la decadencia de los protagonistas, sus adicciones y sus acciones a veces vergonzosas o deshonestas, como robar coches, aruinar la cena de un amigo o romper una casa.
En este libro aparece por completo un eje de la filosofía hipster: para poder escribir, pri-
mero hay que vivir. Y de las extrañas vivencias personales salen las obras de arte, como
odas cargadas de reflexiones absurdas o profundas (no importa), de anécdotas locas y de
significado críptico (esta lección fue aprendida y continuada por Jim Morrison entre otros)
Creo que los tres viajes son diferentes. El primero es auténtico, Sal hace dedo de un lugar
a otro sin saber qué esperar y conociendo gente por el camino. El segundo, en cambio, es
un largo delirio de Dean Moriarty con anfetaminas y excesos, en un automóvil que viaja a
180 km por hora. El tercer viaje es por momentos imposible: viajan a un México de película,
con "indios" (dice el autor) de sombrero de paja, en una ciudad de México en la que se
vende marihuana en la calle (sic) y la gente hace bullicio. Uno se pregunta si realmente
estuvieron alguna vez en el DF.
Es extraño que solo una vez, al final del segundo viaje, se mencionen las anfetaminas. ¿De
qué otra forma podía Dean Moriarty estar sudoroso, temblando y despierto por 48hs la mayor
parte del relato?
Como Celin, como Henry Miller, como Bukowsky, las traducciones de esta novela, que usa un vocabulario coloquial, son horribles. Acaso leerla en inglés sea la única forma de disfrutarla realmente.
martes, 9 de septiembre de 2014
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